Cristina Kirchner: La resurrección política infinita

Pese a que su figura parece agotada, Cristina Fernández de Kirchner sigue habitando el centro de la escena. Entre derrotas, retrocesos estratégicos y el posible embate judicial, su nombre aún moviliza, divide y resiste. ¿Estamos realmente ante su final?

La política argentina tiene reglas que, muchas veces, desafían la lógica. Cristina Fernández de Kirchner es su más claro ejemplo: declarada políticamente muerta en múltiples ocasiones, resucitó todas las veces.

Lo hizo en 2009, tras caer ante Francisco de Narváez; en 2013, frente a Sergio Massa; en 2015, cuando perdió el poder a manos de Mauricio Macri; y en 2017, derrotada personalmente por Esteban Bullrich. Sin embargo, en cada ocasión encontró una puerta trasera, un atajo, una grieta por donde volver.

Hoy, en 2025, vuelve a situarse en el centro del tablero, aunque desde un lugar inesperado: candidata a diputada provincial por la tercera sección electoral, bastión histórico del peronismo bonaerense. Para muchos, es la confirmación de su ocaso. Para otros, una jugada astuta para refugiarse donde nunca perdió. Y para un tercer grupo, simplemente otro capítulo más de su interminable saga política.

La política no se suma ni se resta

Desde la lógica tradicional, la decisión de postularse en un cargo menor parece una rendición. Cristina, que fue presidenta dos veces, vicepresidenta, senadora, diputada nacional, se presenta ahora para un cargo territorial, acotado. La Cristina poderosa de 2011, que arrasaba con el 54% de los votos, contrasta brutalmente con la actual, sola, sin tropa propia. Ni gobernadores, ni intendentes, ni siquiera Axel Kicillof parecen seguir su liderazgo con convicción.

Y, sin embargo, hay algo que no cierra. Cada vez que se la da por muerta, Cristina vuelve. Porque su figura no depende de una suma lineal de votos o apoyos, sino de una densidad simbólica, de una conexión emocional con una base leal que no la abandona. Y si ganara con fuerza en su zona, ¿realmente se podría hablar de final?

El dilema judicial: ¿justicia o mártir?

Como si no bastara con el escenario político, se cierne sobre ella la sombra de una posible detención. Algunos sectores judiciales y mediáticos lo sugieren como inminente. De concretarse, Cristina pasaría a encarnar el rol de perseguida política. Su narrativa se fortalecería, aún desde la cárcel. Y la historia reciente latinoamericana da ejemplos: Lula, impedido de competir en 2018, volvió fortalecido. Bolsonaro, ahora, corre el mismo riesgo. Incluso Trump, con causas judiciales abiertas, capitaliza políticamente su persecución.

Si Cristina fuera detenida, su figura se reconfiguraría. Los suyos la verían como víctima del “lawfare”; otros, como una delincuente que finalmente paga por su corrupción. Pero en ambos casos, sería noticia, foco de debate, símbolo. Y la Corte Suprema, debilitada y sin legitimidad clara, quedaría atrapada en una decisión sin salidas nobles: proscribirla o permitir que un liderazgo cuestionado, pero vigente, sobreviva.

¿Es esta la última Cristina?

Puede que sí. Puede que esta postulación en la tercera sección electoral sea un refugio final, una trinchera desde la cual resistir hasta que todo pase. O puede que esté armando, una vez más, un retorno imprevisto. Si la economía se complica, si Milei se desgasta, si el clima político se recalienta, su figura podría reemerger como símbolo de otra etapa.

Cristina no es solo una política. Es un organismo resistente, como escribió alguna vez un colega. Y mientras haya cámaras, micrófonos, tribunales y urnas, su sombra seguirá presente. Sea para provocar devoción, rechazo o análisis.

Así que sí, tal vez se terminó. Tal vez esta vez sea verdad. Pero también, como tantas otras veces, tal vez no.